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Dentro del conjunto arquitectónico que ha recuperado gran parte de su esplendor, se encuentra el an guo convento dominico, que sirve de marco para el Jardín Etnobotánico.
Aquí hay cientos de especies de plantas originarias del estado de Oaxaca, dando tes monio de la biodiversidad de la región. Ahí se realizan trabajos de educación, inves gación y conservación de la ora de la en dad, pero también pude entrar para admirar y respirar la gran variedad de vegetación que me transportó desde las áridas zonas de la región mixteca hasta la húmeda brisa de las costas Oaxaqueñas.
Frente al Templo se extendían ante mí seis cuadras de cantera verde, dando lugar a un vivo andador turís co, donde el colorido de las artesanías enmarcaron el camino para disfrutar de monumentos arquitectónicos, galerías, restaurantes y pequeños hoteles. Al fondo, bajo la sombra de gigantescos laureles de la India, se abre el corazón de la ciudad.
La Plaza de la Cons tución, la Catedral y la Alameda, sorpresivamente me recibieron con una orquesta de instrumentos de viento, invitándome a disfrutar de una velada bajo sus portales y a degustar un clásico chocolate oaxaqueño.
La gran metrópoli mesoamericana
A la mañana siguiente, inicié el día disfrutando de los exquisitos manjares que ofrece el mercado 20 de Noviembre. Al caminar por sus pasillos quedé sumergida en un mundo de colores y sabores, descubriendo así la vasta riqueza gastronómica de Oaxaca.
Ya con las fuerzas renovadas, llegó el momento de emprender una excursión hacia la an gua capital zapoteca: Monte Albán. Ésta se encuentra a tan solo 10 km de la capital, sobre un conjunto de macizos montañosos, y es la ciudad prehispánica más importante de la región. En su época de esplendor se caracterizó por haber desarrollado como gobierno un verdadero Estado dirigido por la clase sacerdotal.
Al recorrer el centro ceremonial acompañada por el constante viento que favorece al al plano, percibí la energía del lugar y entendí con mayor profundidad sus joyas arqueológicas.
Riqueza gastronómica
De regreso nuevamente en la ciudad, me encontré con la agradable interrogante de elegir dónde deleitarme con la exquisita comida oaxaqueña. Hay un sinnúmero de restaurantes donde perderse en una amplia variedad de exó cos sabores, aromas y texturas de recetas que man enen vivo su origen prehispánico y preservan sus tradiciones gastronómicas.
Las tlayudas, que son tor llas gigantes con frijoles machacados, quesillo y salsa, te dejarán más
que sa sfecho; incluso puedes acompañarlas con tasajo, pollo, cecina o chorizo, y los chapulines (sí, esos insectos saltarines) asados y condimentados con ajo, limón y sal, son ideales para acompañar un caballito de mezcal. Estos son solo un par de ejemplos de las delicias que se pueden encontrar en este lugar.
Sin duda, en la gastronomía se da la máxima expresión de la cultura oaxaqueña, ya que perdura el uso de ingredientes milenarios, combinado con la riqueza étnica de la en dad. Hay que darse empo para disfrutar de los alimentos y descubrir en cada pla llo una sorprendente experiencia.
Encuentro milenario
Al siguiente día me levanté muy temprano para conocer otro de los centros ceremoniales más importantes de la zona: Mitla, que en náhuatl signi ca “lugar de los muertos”. Se localiza a 40 kms de la ciudad de Oaxaca y se dis ngue de las demás zonas arqueológicas del país por su variada y bien conservada ornamentación en sus edi cios, consideradas como las más bellas de América, así como por el Salón de Columnas. Es una experiencia mís ca entrar a las tumbas donde sacerdotes y reyes zapotecos fueron enterrados.
Aprovechando la cercanía con Mitla, con nué mi recorrido 10 kms hacia el sur y encontré el pueblo de San ago Matatlán, también conocido como “La capital mundial del Mezcal”. Aquí se concentra el cul vo y la producción de una de las bebidas des ladas más tradicionales de México. Fábricas y expendios abren sus puertas para dar a conocer el proceso de elaboración del mezcal y ofrecen degustaciones a los visitantes para que puedan apreciar la variedad y calidad de esta bebida.
Monte Albán se yergue orgullosa como tes monio del esplendor zapoteco
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