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Desde una perspec va cultural y por su riqueza natural, la Península de Yucatán es un cielo constelado. Yucatán, Quintana Roo,
Campeche, Petén, Belice o Guatemala están plagados de astros prehispánicos como Chichen Itzá, Tulum, Uxmal, Dzibilchaltún, Mayapán o Cobá. Las haciendas más esplendorosas de la época del henequén también irradian sus glorias pasadas. Ya sea por su estratégica ubicación frente al esplendoroso mar Caribe o por las dimensiones de los basamentos piramidales, todos los resquicios arqueológicos impresionan por igual. Por eso resulta muy complicado sorprender al ojo aventurero. Cuando se piensa que se ha visto todo, entre un mar de ceibas emerge un jaguar de piedra con dos ojos fulgurantes color rubí: estamos en Ek’ Balam.
Antes, déjate embrujar por las leyendas que recorren las calles de la colonial Valladolid
Hasta hace algunos años, estas ruinas seguían inexploradas, preservadas por los mantos de maleza y las caprichosas lianas. Su descubrimiento desató una vorágine. De pronto emergieron murallas, mon culos, estructuras piramidales, frisos, estelas y  guras de exquisita manufactura. Se trató de un hito para los arqueólogos, una mina de oro para los especialistas y una sorpresa para todo aquel que había quedado sa sfecho con las maravillas de Chichen Itzá.
Alcanzar los fueros del jaguar descendiente de los itzaes no es complicado. Se encuentra en la parte centro-oriental de Yucatán, a unos 185 kilómetros de Mérida; el camino cuenta con señalizaciones bien dispuestas cada tanto, amén de un excelente sistema de carreteras que comunica la vía lactea de las sedes mayas. A una velocidad promedio, se requieren tres horas. Por eso, lo ideal es hospedarse en la señorial Mérida y de ahí abordar un autobús, rentar un automóvil o contratar una excursión. Hay que llegar a Valladolid y de ahí se puede pedir a un taxi que haga el trayecto hacia Ek’ Balam, a veinte minutos del Pueblo Mágico.
Valladolid bien vale por sí misma un recorrido. Por sus bien logradas construcciones virreinales recordaría a Guanajuato o San Miguel de Allende; pero la nostalgia encerrada en las
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farolas o en el aire cargado de salitre también evoca San Blas. Desde el siglo XIX, el aventurero estadounidense Stephens escribía: “Valladolid ha sido el teatro de escenas muy extrañas, allá en los  empos an guos. Conforme a los relatos históricos que existen, una vez fue perseguida por un demonio de los de la peor especie que se conoce, de un demonio parlero que conversaba con todos los que querían oírle de noche; hablaba como un papagayo, respondía a todas las preguntas que se le dirigían, tocaba la guitarra, sonaba las castañuelas, bailaba y se reía, pero sin dejarse verse por nadie.” Acaso ese pintoresco demonio sea el responsable del embrujo que aún produce contemplar la catedral de plata encuadrada por dos palmeras y musicalizada por el trino de las aves que vuelven a sus nidos cuando la primera estrella de la tarde hace su aparición en el  rmamento. Pero antes de este peculiar espectáculo, hay que aprovechar el día y llegar a las ruinas mayas.
Hasta los años recientes era poco lo que se sabía de este si o, pero una ola de excavaciones que iniciaron en 1994 y se sucedieron en la década han empezado a revelar sus prodigios. Algunos edi cios se encuentran todavía cubiertos por vegetación de la selva y están esparcidos dentro de un área bordeada de arboles y cerros. Aún cuando no cuente con la fama de Chichén, se trató, en su  empo, de un asentamiento humano de considerable importancia que llegó a albergar casi 15 mil almas entre sus murallas de piedra solar.
Hay que preparar el ojo para admirar un buen rato las oníricas ornamentaciones en estuco atestadas de personajes que semejan hechuras chinas o indias. La ciudad que alcanzó su esplendor en el período Clásico mide aproximadamente trece kilómetros cuadrados con casi cincuenta construcciones. Como gran parte de los asentamientos humanos yucatecos, Ek’ Balam también alcanzó su cénit en medio de irrupciones extranjeras constantes. Un espléndido arco maya recibe a los visitantes y después de andar diez minutos bajo la enramada aparecen las edi caciones del centro ceremonial, un palacio oval y un juego de pelota —sin las dimensiones de Uxmal o Chichén—. Tanto las murallas como los sacbés, que la comunicaban con otros centros ceremoniales, son tes monio de la relevancia de esta ciudad.
Las ruinas vírgenes de Ek’ Balam te ofrecen una experiencia más ín ma con la historia


































































































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