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Como todos los grandes amores que uno encuentra en la vida, Lübeck también tiene cicatrices del pasado y las muestra con orgullo, honrando el espléndido trabajo de restauración de los alemanes
el espléndido trabajo de restauración de los alemanes. A pesar de la destrucción durante la Segunda Guerra, Lübeck corrió mejor suerte que la vecina Hamburgo, Colonia o Dresde, pues quiso el azar que Lübeck fuera un centro logístico de la Cruz Roja.
A veces es mejor no pensar en lo perdido. El sol caía y el resplandor rojo de los muros anunciaba la noche. Me esperaba un vuelo. Cuan- do me desvanecí en el mullido asiento del avión, abajo reposaba la calma oceánica de los bosques nórdicos. En mis ensoñaciones sen- tía la ciudad hermosa, como mi último recuerdo antes de abordar. Comprendí por qué Grass decía que al recuerdo, como los niños, le gusta jugar el escondite. Nunca son gratas las despedidas, pero es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez. Me quedó claro por qué dicen que “ciudades son amores”. •
66 • Viajero Ejecutivo
© Luis Alfonso Gómez Arciniega


































































































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