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A diferencia de otras partes de la región de Dalmacia –como en Split, en donde la in uencia griega y romana predominó por más  empo–, en Dubrovnik se produjo una rápida asimilación croata. Fue incluso una república independiente, llamada o cialmente República Ragusina, y un importante rival comercial en dis ntos periodos de la República de Venecia y del Imperio Otomano. El terremoto de 1667 marcó un parteaguas en su historia, arrasando casi la totalidad de la ciudad. Lo único que se conserva de su forma original son el Palacio Sponza y gran parte de la fachada del Palacio de los rectores. Pese a esto, gracias a diversas reconstrucciones el casco histórico  ene una apariencia  el a sus orígenes.
Mi primer encuentro con la ciudad fue desde la puerta oriental de Pile, una imponente entrada de piedra que conduce a una pequeña plaza  anqueada por la iglesia renacen sta de San Salvador y el Convento de Santa Clara. En el centro está la Gran Fuente de Onofrio. Desde aquí se vislumbra el camino por la Stradun, en donde la piedra caliza blanca apunta hacia la siguiente gran plaza. Había llovido un poco pero ahora el sol estaba de vuelta. La piedra brillaba intensamente por el efecto del agua y la luz.
Sobre la avenida principal hay numerosos cafés y restaurantes en donde puedes sentarte a admirar tanta belleza. Una vez aquí puedes dejarte seducir por los callejones a un costado de la avenida. Resulta placentero perderte en ellos, pues siempre habrá una forma de encontrar la Stradun de nuevo. Si decides seguir por la calle principal, te encontrarás en la plaza Luža, un si o rodeado de edi cios importantes. Aquí puedes ver la hermosa fachada del Palacio Sponza, la majestuosidad del Palacio de los Rectores y la emblemá ca columna de Roldán. No puedes dejar de visitar la Catedral de la Asunción, un edi cio de es lo barroco que reemplazó la an gua catedral románica destruida durante el gran terremoto.
Rincones de serenidad
Desde Dubrovnik pueden visitarse las islas Ela  , cuyo nombre deriva de la palabra griega elaphos (ciervo). Existen servicios frecuentes de ferries que salen desde los diversos puertos tanto en el centro histórico como en las colonias aledañas a la ciudad amurallada. Los ferries son rela vamente pequeños, por lo que no está permi do llevar el auto, aunque no es realmente necesario tener uno para recorrer las islas.
La primera parada fue Lopud, la isla más visitada. Tiene una calle a lo largo de la costa en donde hay varias pensiones y cafés, así como una playa de arena. De aquí me dirigí a Šipan, la isla más grande del grupo. El estrecho puerto an guo está rodeado de casas pintorescas y
en un enclave de aguas cristalinas. Detrás del puerto hay una serie de iglesias y construcciones en ruinas que nos dan tan sólo un indicio de lo que alguna vez fue este lugar. La tercera isla, Koločep, está situada más cerca de Dubrovnik (a 30 minutos en bote). Como en las otras islas, el ambiente es muy tranquilo.
La historia viva de Korčula
Tomamos el auto y salimos de Dubrovnik con dirección a la Península de Pelješac. Nuestro des no era la Korkyra Melaina (Korčula negra). Su nombre griego se debe al color negro de la isla cubierta densamente de pinos y encinas. Es una de las más verdes del Adriá co, con una gran producción de viñedos y olivos. La manera más fácil de llegar es subir el auto al ferry desde Split o Dubrovnik (o desde Ploče pasando por Trpanj), pero decidimos recorrer los casi 62 km a lo largo de la Península para después tomar el ferry desde Orebić.
El paisaje de las montañas en Korčula solo puede ser opacado por
las bellezas marinas
TZG Korčule
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