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Con nuamos nuestro recorrido por la selva, con dirección al oriente, donde la vegetación tropical nos arropaba cada vez más. A 40 minutos de la ciudad nos topamos con la hermosa Laguna Guerrero. Esta laguna de aguas salobres  ene una extensión de casi 10 kilómetros y cuenta con servicios rús cos y escasos. Pero precisamente en esta zona tan virgen descubrimos un paradisíaco y apacible lugar para descansar un par de días: El Chital. Dudamos si habíamos llegado a nuestro des no, ya que lo único que podíamos visualizar era la densa selva y una pequeña vereda, pero nos convenció la cordial bienvenida de la gente, que nos guió en nuestra caminata por el húmedo bosque tropical, acompañados del ruido de los pájaros y los insectos.
Por  n, frente a nosotros se levantaron las 14 hectáreas de la Reserva del Mana , bañadas por la laguna. Siete cabañas y una alberca están disponibles para hacer de la estancia en la reserva una experiencia perfecta. La naturaleza nos sorprendía: el despertar de las aves con la llegada matu na del rocío; la cálida tarde que se prestaba para sumergirnos en la fresca laguna y explorar en kayak sus rincones; la puesta del sol re ejada como fuego, iluminando en anaranjado los manglares hasta que caía la noche, alumbrada por las estrellas en su tranquilidad in nita.
Despierta en la Reserva del Mana , con el canto
de las aves y el rocío
de la mañana
En la mañana, antes de par r, nos recogió una lancha para hacer el recorrido obligado de la región. A unos tres kilómetros sobre la laguna se encuentra un mirador de diez metros de altura, desde el que puede apreciarse gran parte de la misma y observar privilegiadamente a las aves.
Una vez renovados, emprendimos nuestro viaje hacia  erras campechanas. Nuestra primera parada fue la zona arqueológica de Becán, conocida como la capital de la Región Río Bec. Primero vimos un foso que tes monia una con nua ac vidad bélica y una clara división de clases sociales. Pero bastaba cruzar esta trinchera profunda para quedarnos sin aliento frente a unas majestuosas construcciones, de arquitectura monumental, seguramente reservadas a la elite. La tranquilidad de la zona
nos permi a palpar su historia y no perder detalle del entorno natural. Pero nada de esto hubiera sido tan espectacular sin la presencia de los monos araña, quienes desde las copas de los árboles escoltaban nuestra caminata.
La noche comenzaba a caer cuando tomamos el camino hacia la Reserva de la Biósfera de Calakmul. Todos estábamos muy emocionados de conocer la segunda área natural protegida más grande de México. Esa noche, entre el imponente sonido del mono aullador y la densa selva, dormimos en el hotel Puerta Calakmul, refugio ecológico que ofrece todas las comodidades sin perturbar el medio ambiente.
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La Laguna Guerrero, con su hospitalidad y sus bellezas naturales, es un lugar de ensueño


































































































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